lunes, 15 de agosto de 2016

Orígenes
Tuvo sus orígenes en Creta como resultado de la fusión del panteón cretense, compuesto por divinidades terrestres y agrícolas, con el conjunto de dioses que aportaron los pueblos aqueos, quienes tomaron también de Creta el culto a los héroes y la configuración del mundo infernal.
Con la invasión de los dorios desapareció la Cultura micénica y se inició la historia de Grecia. El conocimiento de la mitología griega ha llegado hasta nosotros gracias a Hesíodo, quien escribió la Teogonía, Los trabajos y los días y el Catálogo de las mujeres; a Homero, con su Ilíada y su Odisea y también gracias a fragmentos de poesías épicas de diversos autores. Los escritores posteriores no tuvieron más que acudir a estas fuentes para encontrar argumentos con los que elaborar sus tragedias como Esquilo, Sófocles y Eurípides, o relatos épicos como los de Apolonio de Rodas y Virgilio.

Teorías sobre sus orígenes
Hay varias teorías modernas sobre los orígenes de la mitología griega. Según la teoría escritural, todas las leyendas mitológicas proceden de relatos de los textos sagrados, aunque los hechos reales han sido disfrazados y alterados. Según la teoría histórica todas las personas mencionadas en la mitología fueron una vez seres humanos reales, y las leyendas sobre ellas son meras adiciones de épocas posteriores. Así, se supone que la historia de Eolo surgió del hecho de que éste era el gobernante de algunas islas del mar Tirreno. La teoría alegórica supone que todos los mitos antiguos eran alegóricos y simbólicos. Mientras, la teoría física se adhiere a la idea de que los elementos de aire, fuego y agua fueron originalmente objetos de adoración religiosa, por lo que las principales deidades eran personificaciones de estos poderes de la naturaleza. Max Müller intentó comprender una forma religiosa indoaria determinando su manifestación «original». En 1891, afirmó que «el descubrimiento más importante que se ha hecho en el Siglo XIX respecto a la historia antigua de la humanidad [...] fue esta simple ecuación: Dyeus-pitar sánscrito=Zeus griego=Júpiter latino=Tyr nórdico». En otros casos, los cercanos paralelismos en el carácter y la función sugieren una herencia común, aunque la ausencia de evidencia lingüística haga difícil probarla, como en la comparación entre Urano y el Varuna sánscrito o las Moiras y las Nornas.
Por otra parte, la arqueología y la mitografía han revelado que los griegos fueron inspirados por algunas civilizaciones de Asia Menor y Oriente Próximo. Adonis parece ser el equivalente griego —más claramente en los cultos que en los mitos— de un «dios moribundo» de Oriente Próximo. Cibeles tiene sus raíces en la cultura anatolia mientras gran parte de la iconografía deAfrodita surge de las diosas semíticas. Hay también posibles paralelismos entre las generaciones divinas más antiguas (Caos y sus hijos) y Tiamat en el Enûma Elish. Según Meyer Reinhold, «los conceptos teogónicos de Oriente Próximo, incluyendo la sucesión divina mediante la violencia y los conflictos generacionales por el poder, hallaron su camino [...] a la mitología griega». Además de los orígenes indoeuropeos y de Oriente Próximo, algunos investigadores han especulado sobre las deudas de la mitología griega con las sociedades prehelénicas: Creta, Micenas, Pilos, Tebas y Orcómeno. Los historiadores de la religión estaban fascinados por varias configuraciones de mitos aparentemente antiguas relacionadas con Creta (el dios como toro, Zeus y Europa, Pasífae que yace con el toro y da a luz al Minotauro, etcétera). El profesor Martin P. Nilsson concluyó que todos los grandes mitos griegos clásicos estaban atados a los centros micénicos y anclados en épocas prehistóricas. Sin embargo, de acuerdo con Burkert la iconografía del periodo del palacio cretense prácticamente no ha dado confirmación alguna a estas teorías.




Concepciones griegas y romanas de los mitos

La mitología estaba en el corazón de la vida cotidiana en la antigua Grecia. Los griegos consideraban la mitología una parte de su historia. Usaban los mitos para explicar fenómenos naturales, diferencias culturales, enemistades y amistades tradicionales. Era una fuente de orgullo ser capaz de seguir la ascendencia de los propios dirigentes hasta un héroe mitológico o un dios. Pocos dudaban de la base real del relato de la Guerra de Troya en la Ilíada y la Odisea. Según Victor Davis Hanson y John Heath el conocimiento profundo de la épica homérica era considerado por los griegos la base de su culturización. Homero era la «educación de Grecia» (λλάδος παίδευσις) y su poesía «el Libro».


ÍNDICE

Mitología Griega                                                                                            
Orígenes                                                                                                            
Teorías sobre sus orígenes                                                                            
Fuentes literarias                                                                                            
Concepciones griegas y romanas de los mitos                                            
El mito de Electra                                                                                            
Aspidochelone, el mito de la isla viviente                                                      
Urania, la Musa griega de la Astronomía                                                    
¿Quién fué Aracne, la bordadora de Hipepa?                                               
Los Psicopompos, guías hacia el más allá                                                    
Helios, el dios Sol                                                                                            
El mito de la Titanomaquia                                                                            
Clío, musa de la Historia
Las Sibilas, profetisas de la antigüedad                                                        
La leyenda de Sémele y Zeus
Dioses griegos
Los dioses del olimpo
Dioses menores
Principales Dioses
Héroes y Semidioses
Criaturas mitológicas
Titanes
Bibliografía

Bibliografía



Héroes y Semidioses

Según Hesiodo, los héroes eran seres de una raza diferente a la de los mortales y a la de los dioses. Los semidioses son personajes nacidos de la unión de un mortal y de un dios (muchos de ellos son hijos de Zeus).
Muchos de los héroes que la mitología griega nos muestra, son seres humanos mortales que han sido honrados después de su muerte con ese “carácter” ya que su destino fue digno de ser narrado tras su fallecimiento, por extraordinario.
Así, Tántalo, Edipo o Cécrope son unos héroes, al igual que Heracles, Aquiles o Perseo. Su comportamiento a menudo los lleva al “hybris” (que actualmente lo conoceríamos como “a lo heroico”) y su muerte es la mayoría de las veces violenta.
Por extensión, todo aquel personaje que ha conocido un destino digno de ser contado es nombrado héroe. Dentro de estos héroes encontraríamos a los jefes militares de la Ilíadao o a los héroes epónimos de Atenas.

Como antes hemos adelantado, los semidioses son la gran mayoría hijos de Zeus. Son hijos que el Dios ha engendrado en mortales, ya que el descendía muchas veces a la Tierra con este propósito. Como ejemplo podríamos ver a la madre de Perseo, Dánae. En esa ocasión Zeus se transformó en lluvia de oro para entrar dentro de la torre donde la joven fue encarcelada.

Dioses menores

Además de los doce dioses principales del panteón griego, existen otras deidades de menor poder y prestigio. Aunque muchos de estos dioses se ven relegados a simples lacayos de sus poderosos familiares, también merecen un apartado donde se les preste la debida atención. En esta sección vamos a saldar esa deuda pendiente.

Vamos a dividir esta sección en dos apartados diferentes por cuestiones de capacidad de la página, aunque lo normal sería que estuviesen juntas en un solo apartado. Dicho esto, podemos pasar a ver los dioses menores.




En la mitología griega, los Titanes —masculino— y Titánides —femenino— (en griego antiguo Τιτάν, plural Τιτνες) eran una raza de poderosos dioses que gobernaron durante la legendaria edad dorada.
Los Titanes fueron doce desde su primera aparición literaria, en la Teogonía de Hesíodo; en su Biblioteca mitológica Apolodoro añade un decimotercero, Dione, una doble de Tea. Estaban relacionados con diversos conceptos primordiales, algunos de los cuales simplemente se extrapolaban de sus nombres: el océano y la fructífera tierra, el sol y la luna, la memoria y la ley natural. Los doce Titanes de la primera generación fueron liderados por el más joven, Cronos, quien derrotó a su padre, Urano (‘Cielo’), a instancias de su madre, Gea (‘Tierra’).
Posteriormente los Titanes engendraron una segunda generación, notablemente los hijos de Hiperión (Helios, Eos y Selene), las hijas de Ceo (Leto y Asteria) y los hijos de Jápeto (Prometeo, Epimeteo, Atlas y Menecio).
Los Titanes precedieron a los doce olímpicos, quienes, guiados por Zeus, terminaron derrotándolos en la Titanomaquia (‘Guerra de los Titanes’). La mayoría de ellos fueron entonces encarcelados en el Tártaro, la región más profunda del inframundo.


Principales Dioses

Los griegos creían que los dioses habían elegido el monte Olimpo, en una región de Grecia llamada Tesalia, como su residencia. En el Olimpo, los dioses formaban una sociedad organizada en términos de autoridad y poderes, se movían con total libertad y formaban tres grupos que controlaban sendos poderes: el cielo o firmamento, el mar y la tierra.
Los doce dioses principales, habitualmente llamados Olímpicos, eran Zeus, Hera, Hefesto, Atenea, Apolo, Artemisa, Ares, Afrodita, Hestia, Hermes, Deméter y Poseidón.
Zeus es el dios del cielo, en la mitología griega, es el dios máximo del Olimpo. Gobierna estableciendo orden, la justicia y el destino del Universo.
Homero dice que fue en Ida, y era el hijo menor del titán Cronos y de la titánida Rea y hermano de las divinidades Poseidón, Hades, Hestia, Deméter y Hera.
De acuerdo con uno de los mitos antiguos sobre el nacimiento de Zeus, Cronos, temiendo ser destronado por uno de sus hijos, los devoraba cuando nacían y según la tradición, su madre Rea envolvió una piedra con pañales para engañar a Cronos y ocultó al dios niño en Creta, confiándolo a las ninfas y a los habitantes de la región, a los que pidió que bailasen ruidosas danzas guerreras con el fin de que la criatura divina no delatase con sus gritos su existencia ante su padre Cronos, que estaba deseoso de devorarlo, como había hecho con sus hermanos. Amaltea fue su nodriza que lo amamantó con su leche y también fue alimentado con con miel que destilaron las abejas del monte Ida.
Cuando Zeus se hizo adulto, Metis (Prudencia), le proporcionó una planta que hizo vomitar a Cronos todos los hijos que se había tragado, que estaban deseosos de vengarse de su padre. Durante la guerra que sobrevino, los titanes lucharon del lado de Cronos, pero Zeus y los demás dioses lograron la victoria y los titanes fueron enviados a los abismos del Tártaro. A partir de ese momento, Zeus gobernó el cielo, y sus hermanos Poseidón y Hades recibieron el poder sobre el mar y el submundo, respectivamente. Los tres gobernaron en común la tierra.
Cuando no está en el Olimpo, estableciendo orden entre los dioses o decidiendo asuntos referentes a los mortales, es posible encontrar a Zeus en algún lugar de la Tierra. También desciende del Olimpo cuando desde lo alto divisa alguna doncella que le agrada demasiado, ya que Zeus es muy propenso a tener romances, tanto con diosas o ninfas, como con mortales, pero siempre tiene especial cuidado en ocultárselo a su esposa Hera (aunque no siempre tiene éxito en esta empresa, de vez en cuando la diosa se entera de las infidelidades de su esposo).
En épocas de sequía puede provocar la lluvia retorciendo la lana de una oveja; lanza el rayo y el relámpago y sobre todo, mantiene el orden, el equilibrio y la justicia en el mundo. Es implacable cuando se encarga de velar por el mantenimiento de los juramentos y por el respeto de los deberes para con los huéspedes, quienes siempre deberán ser bien recibidos. Garantiza a los dioses que se mantenga el poder real, la realización de tributos y sacrificios por parte de los mortales y el estricto cumplimiento de la jerarquía social.
Casado con su hermana Hera, es padre de Ares, dios de la guerra; de Hebe, diosa de la juventud; de Hefesto, dios del fuego, y de Ilitía, diosa del parto. Al mismo tiempo, se describen las aventuras amorosas de Zeus, sin distinción de sexo (Ganímedes), y los recursos de que se sirve para ocultarlas a su esposa Hera.
En la mitología antigua son numerosas sus metamorfosis en diversos animales para sorprender a sus enemigos y tuvo numerosas relaciones con diosas y mujeres mortales, de quienes ha obtenido descendencia. Algunas de sus relaciones amorosas fueron con: la ninfa Calisto, la semidiosa Antíope, la sacerdotisa Io, con Semele, Dánae hija del rey de Argos, la bella , Alcamena, Leda, Elara, Carme, Día, Electra, Europa. Sus amoríos con mortales se explican a veces por el deseo de los antiguos griegos de vanagloriarse de su linaje divino.
En la escultura, se representa a Zeus como una figura barbada y de apariencia regia. La más famosa de todas fue la colosal estatua de marfil y oro, del escultor Fidias, que se encontraba en Olimpia. Sus principales templos estaban en Dódona, en el Epiro, la tierra de los robles y del templo más antiguo, famoso por su oráculo, y en Olimpia, donde se celebraban los juegos olímpicos en su honor cada cuatro años. Los juegos de Nemea, al noroeste de Argos, también estaban dedicados a Zeus. Zeus corresponde al dios romano Júpiter.
Hera es en la mitología griega, reina de los dioses, hija de los titanes Cronos y Rea, hermana y mujer del dios Zeus. Para Zeus no fue muy fácil convencer a Hera del matrimonio, por lo que usó diversas estrategias, hasta que camuflado de pájaro desvalido pudo llegar al corazón de su amada y conquistarla. Zeus adoptó su forma natural y volvió a pedirle matrimonio a Hera. La diosa sintió entonces que se casaría para dar el ejemplo y continuar con el rol de Madre de los Cielos, tal como lo habían hecho Rea y Gea con Cronos y Urano.
Hera era la diosa del matrimonio y la protectora de las mujeres casadas, pues era la esposa legítima de Zeus, esto la convertía naturalmente en la protectora de las mujeres casadas. Se la representaba como celosa, violenta y vengativa Era muy común que frecuentemente se enfrentara a Zeus, porque las infidelidades de su esposo significaban para ella verdaderos insultos. Por eso persiguió con ira tanto a las amantes de Zeus, como a la descendencia extramatrimonial del dios. Hera mantuvo siempre ulla de su marido y nunca se sintió en inferioridad de condiciones ya que siempre tuvo presente que ella pertenecía a la misma generación divina que Zeus, por lo tanto tenía el mismo rango jerárquico.

Era madre de Ares, dios de la guerra, de Hefesto, dios del fuego, de Hebe, diosa de la juventud, y de Ilitía, diosa del alumbramiento. Mujer celosa, Hera perseguía a menudo a las amantes y a los hijos de Zeus. Nunca olvidó una injuria y se la conocía por su naturaleza vengativa. Cierta vez armó un complot para castigar una infidelidad de su marido, pero la nereida Tetis, que estaba muy agradecida por haber concertado su matrimonio con Peleo y además era muy prudente y sospechaba que este acto desencadenaria una guerra civil, recurrió al gigante de cien manos llamado Egeón, que libró a Zeus de las cadenas.

Entonces Zeus furioso desató su ira contra Hera y la suspendió entre el cielo y la tierra, amarrando cada una de sus manos a una anilla de oro y atándole un yunque en cada pie. Luego hizo jurar a cada uno de los Olímpicos que nunca más osarían levantarse en su contra.

El único que protestó fue Hefesto, que al ver a su madre castigada de ese modo se quejó, pero Zeus no tenía paciencia para soportar recriminaciones de ningún tipo y menos cuando se trataba de un complot en su contra, entonces le profirió un puntapié tan fuerte que lo arrojó hasta la tierra desde el Olimpo y tras el golpes Hefesto quedó rengo para toda la eternidad. Hera finalmente fue perdonada y regresó al Olimpo, a cumplir su rol de protectora de la familia.

Irritada con el príncipe troyano Paris por haber preferido a Afrodita, diosa del amor, antes que a ella, Hera ayudó a los griegos en la guerra de Troya y no se apaciguó hasta que Troya quedó destruida. Se suele identificar a Hera con la diosa romana Juno.
Hefesto, en la mitología griega, dios del fuego y de la metalurgia, hijo del dios Zeus y de la diosa Hera o, en algunos relatos, sólo hijo de Hera. A diferencia de los demás dioses, Hefesto era cojo y desgarbado. Poco después de nacer lo echaron del Olimpo: según algunas leyendas, lo echó la misma Hera, quien lo rechazaba por su deformidad; según otras, fue Zeus, porque Hefesto se había aliado con Hera contra él. En la mayoría de las leyendas, sin embargo, volvió a ser honrado en el Olimpo y se casó con Afrodita, diosa del amor, o con Áglae, una de las tres gracias. Era el artesano de los dioses y les fabricaba armaduras, armas y joyas. Se creía que su taller estaba bajo el monte Etna, volcán siciliano. A menudo se identifica a Hefesto con el dios romano del fuego, Vulcano. La Fragua de Vulcano es el cuadro en el que Velázquez da su visión sobre los dioses transformándolos en campesinos o artesanos humanos.
Ártemis o Artemisa (mitología), en la mitología griega, una de las principales diosas, equivalente de la diosa romana Diana. Era hija del dios Zeus y de Leto y hermana gemela del dios Apolo. Era la rectora de los dioses y diosas de la caza y de los animales salvajes, especialmente los osos, Ártemis era también la diosa del parto, de la naturaleza y de las cosechas. Como diosa de la luna, se la identificaba a veces con la diosa Selene y con Hécate.

Aunque tradicionalmente amiga y protectora de la juventud, especialmente de las muchachas, Ártemis impidió que los griegos zarparan de Troya durante la guerra de Troya mientras no le ofrecieran el sacrificio de una doncella. Según algunos relatos, justo antes del sacrificio ella rescató a la víctima, Ifigenia. Como Apolo, Ártemis iba armada con arco y flechas, armas con que a menudo castigaba a los mortales que la ofendían. En otras leyendas, es alabada por proporcionar una muerte dulce y plácida a las muchachas jóvenes que mueren durante el parto.
Apolo (mitología), en la mitología griega, hijo del dios Zeus y de Leto, hija de un titán. Era también llamado Délico, de Delos, la isla de su nacimiento, y Pitio, por haber matado a Pitón, la legendaria serpiente que guardaba un santuario en las montañas del Parnaso. En la leyenda homérica, Apolo era sobre todo el dios de la profecía. Su oráculo más importante estaba en Delfos, el sitio de su victoria sobre Pitón. Solía otorgar el don de la profecía a aquellos mortales a los que amaba, como a la princesa troyana Casandra.

Apolo era un músico dotado, que deleitaba a los dioses tocando la lira. Era también un arquero diestro y un atleta veloz, acreditado por haber sido el primer vencedor en los juegos olímpicos. Su hermana gemela, Ártemis, era la guardiana de las muchachas, mientras que Apolo protegía de modo especial a los muchachos. También era el dios de la agricultura y de la ganadería, de la luz y de la verdad, y enseñó a los humanos el arte de la medicina.

Algunos relatos pintan a Apolo como despiadado y cruel. Según la Iliada de Homero, Apolo respondió a las oraciones del sacerdote Crises para obtener la liberación de su hija del general griego Agamenón arrojando flechas ardientes y cargadas de pestilencia en el ejército griego. También raptó y violó a la joven princesa ateniense Creusa, a quien abandonó junto con el hijo nacido de su unión. Tal vez a causa de su belleza física, Apolo era representado en la iconografía artística antigua con mayor frecuencia que cualquier otra deidad.
Atenea, una de las diosas más importantes en la mitología griega. Diosa de la Sabiduría, Atenea es la inventora de la flauta, la trompeta, el arado, el yugo para los bueyes, el carro, el barco y la olla de barro para cocinar. Además fue la que enseñó a los mortales los números y a las mujeres las instruyó en la cocina el tejido y el hilado.


Atenea 
Es la diosa que nació ya adulta, fruto de la unión de Zeus con Métis, la diosa de la Prudencia. Durante el embarazo de Metis, Urano y Gea advirtieron a Zeus que si Metis daba a luz a un varón, éste destronaría a su padre del reino que tanto trabajo le había costado conseguir. Sin deseos de correr riesgos, Zeus se tragó a Metis. Pero cuando llegó el día del parto, un tremendo dolor de cabeza hizo llegar a Zeus hasta los limites de tolerancia, entonces llamó a Hefesto Y a los gritos le pidió que le abriera la cabeza de un hachazo. Así surgió Atenea, lista para salir a la batalla.

Fue la hija favorita de Zeus. Él le confió su escudo, adornado con la horrorosa cabeza de la gorgona Medusa, su ‘égida’ y el rayo, su arma principal. Diosa virgen, recibía el nombre de Parthenos (‘la virgen’). En agradecimiento a que Atenea les había regalado el olivo, el pueblo ateniense levantó templos a la diosa, el más importante era el Partenón, situado en la Acrópolis de Atenas.

A Atenea se la conoce como la diosa guerreras armada con una lanza y la égida —coraza de piel de cabra—, sin embargo no le agradan las batallas como a su hermano Ares, porque siempre valoró muchísimo más la inteligencia y la prudencia que la violencia. Por lo tanto es promotora de la conciliación de los pleitos a través de medios pacíficos.
Afrodita, en la mitología griega, diosa del amor y la belleza. La diosa del amor griega, a quien se conoce en la

Mitología latina con el nombre de Venus. Casi todas las culturas antiguas encontraron una personificación para el Amor y la Belleza. En la Iliada de Homero aparece como la hija de Zeus y Dione y otras leyendas posteriores la identifican como hija de Urano, nacida luego de que Crono cercenara sus órganos sexuales y los arrojara al mar.

La diosa que se dio a conocer emergiendo a través dé las olas del mar, era tan hermosa que todos los habitantes del mar se reunieron para admirarla. Cuando, la diosa vio la luz del sol por primera vez, montada en un carro hecho con una concha de mar, todos los seres comenzaron a disfrutar de la belleza, la alegría y el amor con verdadera plenitud. Afrodita fue conducida desde el mar por los Céfiros primero hasta la costa de Citera, y luego a la isla de Chipre. Allí bajó del carro completamente desnuda, se escurrió su larga cabellera y el agua al caer sobre la arena se transformó en bellísimos caracoles. En Cnosos se levantó un santuario en su honor y el piso estaba completamente recubierto de corales, piedras preciosas y conchas marinas.

Afrodita es la mujer de Hefesto, el feo y cojo dios del fuego. Entre sus amantes figura Ares, dios de la guerra, que en la mitología posterior aparece como su marido. Ella era la rival de Perséfone, reina del mundo subterráneo, por el amor del hermoso joven griego Adonis.

La noticia del nacimiento de la criatura más hermosa que pisó alguna vez la tierra y fue acariciada por las olas del mar, se divulgó rápidamente en el Olim po. Las cualidades de la diosa se comentaron entre todos los Olímpicos y, como consecuencia todas las divinidades masculinas ardiendo de deseo y las femeninas, incrédulas y curiosas a la vez, quisieron conocer a esta belleza sin par. Antes de ser presentada ante los inmortales, las Horas, colocaron en la cabeza de Afrodita una guirnalda de flores eternas y acompañaron por los aires a la diosa, que se presentó en el Olimpo. Naturalmente Afrodita superó las expectativas masculinas y levantó una corriente de celos entre las demás diosas.

Tal vez la leyenda más famosa sobre Afrodita está relacionada con la guerra de Troya. Eris, la diosa de la discordia, la única diosa no invitada a la boda del rey Peleo y de la nereida Tetis, arrojó resentida a la sala del banquete una manzana de oro destinada “a la más hermosa”. Cuando Zeus se negó a elegir entre Hera, Atenea y Afrodita, las tres diosas que aspiraban a la manzana, ellas le pidieron a Paris, príncipe de Troya, que diese su fallo. Todas intentaron sobornarlo: Hera le ofreció ser un poderoso gobernante; Atenea, que alcanzaría una gran fama militar, y Afrodita, que obtendría a la mujer más hermosa del mundo. Paris seleccionó a Afrodita como la más bella, y como recompensa eligió a Helena de Troya, la mujer del rey griego Menelao. El rapto de Helena por Paris condujo a la guerra de Troya. Corresponde a Venus la diosa romana en la mitología latina.
Hades, en la mitología griega, dios de los muertos. Era hijo del titán Cronos y de la titánide Rea y hermano de Zeus y Poseidón. Cuando los tres hermanos se repartieron el universo después de haber derrocado a su padre, Cronos, a Hades le fue concedido el mundo subterráneo. Allí, con su reina, Perséfone, a quien había raptado en el mundo superior, rigió el reino de los muertos. Aunque era un dios feroz y despiadado, al que no aplacaba ni plegaria ni sacrificio, no era maligno. En la mitología romana, se le conocía también como Plutón, señor de los ricos, porque se creía que tanto las cosechas como los metales preciosos provenían de su reino bajo la tierra.

El mundo subterráneo suele ser llamado Hades. Estaba dividido en dos regiones: Erebo, donde los muertos entran en cuanto mueren, y Tártaro, la región más profunda, donde se había encerrado a los titanes. Era un lugar oscuro y funesto, habitado por formas y sombras  incorpóreas y custodiado por Cerbero, el perro de tres cabezas y cola de dragón. Siniestros ríos separaban el mundo subterráneo del mundo superior, y el anciano barquero Caronte conducía a las almas de los muertos a través de estas aguas. En alguna parte, en medio de la oscuridad del mundo inferior, estaba situado el palacio de Hades. Se representaba como un sitio de muchas puertas, oscuro y tenebroso, repleto de espectros, situado en medio de campos sombríos y de un paisaje aterrador. En posteriores leyendas se describe el mundo subterráneo como el lugar donde los buenos son recompensados y los malos castigados.
Poseidón, en la mitología griega, dios del mar, hijo del titán Cronos y la titánide Rea, y hermano de Zeus y Hades. Corno Poseidón necesitaba una esposa para compartir el reino de los mares, se fijó primero en la Nereida Tetis y la cortejó con gran caballerosidad, colmándola de regalos preciosos. Pero Temis advirtió al dios que debía tener cuidado, porque la descendencia que tuviera con Tetis llegaría a ser más importante que el mismo Poseidón. Esto hizo desistir inmediatamente al dios de su idea de matrimonio con Tetis y comenzó a poner su atención en otra nereida llamada Anfitrite (cuyo nombre significa “la que fluye alrededor”).

Sin embargo, ocurrió esta vez que la nereida rechazó abruptamente los requerimientos del dios y cuando comprobó que Poseidón no dejaría de cortejarla tan fácilmente, Anfitrite se escapó hacia el monte Atlas. Pero al fin y al cabo Poseidón era un dios y luego del reparto de los reinos con sus hermanos, había aprendido que debía pelear por aquello que deseaba, entonces envió unos mensajeros para que trajeran a la nereida de regreso, donde se destacó la Delfina, al lograr el matrimonio con Poseidón. Como agradecimiento la Delfina se transformó en la constelación Delfín.

Poseidón, sin embargo, tuvo otros numerosos amores, especialmente con ninfas de los manantiales y las fuentes, y fue padre de varios hijos famosos por su salvajismo y crueldad, entre ellos el gigante Orión y el cíclope Polifemo. Poseidón y la gorgona Medusa fueron los padres de Pegaso, el famoso caballo alado.

Poseidón desempeña un papel importante en numerosos mitos y leyendas griegos. Disputó sin éxito con Atenea, diosa de la sabiduría, por el control de Atenas. Cuando Apolo, dios del sol, y él decidieron ayudar a Laomedonte, rey de Troya, a construir la muralla de la ciudad, éste se negó a pagarles el salario convenido. La venganza de Poseidón contra Troya no tuvo límites. Envió un terrible monstruo marino a que devastara la tierra y, durante la guerra de Troya, se puso de lado de los griegos.

A Poseidón se lo representaba de pie sobre las olas o en un carro de ruedas de oro formado por un caracol gigante y conducido por caballos marinos; siempre era seguido por peces, delfines, nereidas y genios marinos. El emblema que eligió el dios fue el caballo, ya que siempre dijo que este animal había sido creado por él. Su única arma era el tridente, con el que agitaba las aguas y podía hacer naufragar los barcos.

Su figura es muy parecida a la de su hermano Zeus, con larga barba y majestuosa, de cuerpo robusto y hermoso y siempre acompañado del tridente, símbolo de poder. Aparece acompañado por un delfín, o bien montado en un carro tirado por briosos seres marinos. Los romanos identificaban a Poseidón con su dios del mar, Neptuno.
Ares, en la mitología griega, dios de la guerra e hijo de Zeus, rey de los dioses, y de su esposa Hera. Ares es representado con coraza, casco, escudo y tina espada manchada de sangre. Tiene un cuerpo enorme y suele ir acompañado de sus hijos Deimos (Temor) y Fobo (Terror). Agresivo y sanguinario, Ares personificaba la brutal naturaleza de la guerra, y era impopular tanto para los dioses como para los seres humanos.

A pesar de su pasión por la guerra, es derrotado en numerosas oportunidades. Seguramente la tradición se esfuerza en demostrar que la fuerza bruta, sin ningún ideal de por medio, es fácilmente susceptible de ser vencida. Ares no era invencible, ni siquiera frente a los mortales. Es así como se lo ve derrotado en la Titanomaquia (Guerra de Titanes) ; burlado por Heracles, humillado por Atenea y herido, por un mortal (Diomedes), durante la guerra de Troya.

La colina de Atenas que lleva el nombre de Areópago, en donde se reunía el tribunal que juzgaba los crímenes de origen religioso. Va unido a Ares por el siguiente mito; los dioses habían culpado a Ares por la muerte del hijo de Poseidón, llamado Halirrotio. Pero Ares se liberó de esta acusación alegando que lo había matado porque intentó violar a su hija, Acipea. Era la palabra del dios Ares contra el dios Poseidón, ya que Halirrotio estaba muerto. Nadie confiaba en el testimonio de Ares, pero finalmente los dioses, tuvieron que absolver al dios de la guerra, porque Acipea testificó a favor de su padre.

El culto de Ares, que se creía originario de Tracia, no estaba muy difundido en la antigua Grecia y, donde existía, carecía de significación social o moral. Los romanos lo identificaban con Marte, también un dios de la guerra.
Hermes, en la mitología griega, mensajero de los dioses, hijo del dios Zeus y de Maya, la hija del titán Atlas. Como especial servidor y correo de Zeus, Hermes tenía un sombrero y sandalias aladas y llevaba un caduceo de oro, o varita mágica, con serpientes enrolladas y alas en la parte superior. Guiaba a las almas de los muertos hacia el submundo y se creía que poseía poderes mágicos sobre el sueño. Hermes era también el dios del comercio, protector de comerciantes y pastores. Como divinidad de los atletas, protegía los gimnasios y los estadios, y se lo consideraba responsable tanto de la buena suerte como de la abundancia. A pesar de sus virtuosas características, también era un peligroso enemigo, embaucador y ladrón.

El día de su nacimiento robó el rebaño de su hermano, el dios del sol Apolo, oscureciendo su camino al hacer que la manada anduviera hacia atrás. Al enfrentarse con Apolo, Hermes negó haber robado. Los hermanos acabaron reconciliándose cuando Hermes le dio a Apolo su lira, recién inventada. En el primitivo arte griego, se representaba a Hermes como un hombre maduro y barbado; en el arte clásico, como un joven atlético, desnudo e imberbe como puede comprobarse en el Hermes de Praxíteles, en Olimpia.
Dioniso, dios del vino y del placer, estaba entre los dioses más populares. Los griegos dedicaban muchos festivales a este dios telúrico, y en algunas regiones llegó a ser tan importante como Zeus. A menudo lo acompañaba una hueste de dioses fantásticos que incluía a sátiros, centauros y ninfas. Los sátiros eran criaturas con piernas de cabra y la parte superior del cuerpo era simiesca o humana. Los centauros tenían la cabeza y el torso de hombre y el resto del cuerpo de caballo. Las hermosas y encantadoras ninfas frecuentaban bosques y selvas.




Las Sibilas, profetisas de la antigüedad

Uno de los personajes más conocidos tanto de la mitología griega como de la romana es la Sibila, la cual también está presente en otras tradiciones religiosas, como pudieran ser la cristiana o la judía.
Célebre profetisa, la gran parte de las veces sus oráculos eran inspirados por el dios Apolo, lo que provocaba que fuese considerada como alguien capaz de conocer y descifrar el futuro. Era consultada por todo tipo de gentes, incluso por guerreros y monarcas.
Por lo que respecta a sus orígenes, algunas tradiciones señalan que fue la hija de Neso y del troyano Dárdano quien poseía el don de la profecía, lo que la confería en aquella época una gran fama como fiable adivina. Su nombre, Sibila, fue extendido desde entonces a todas aquellas mujeres que se dedicaban al mismo arte. Sin embargo, otras leyendas afirman que fue una de las hijas de Zeus, esta vez fruto de su relación con Lamia, una de las descendientes del dios Poseidón, la que poseía tal capacidad por lo que de esto se deduciría que el don es de origen divino.
Se dice, además, que vivían en las grutas o en las proximidades de cualquier corriente de agua. Sus profecías siempre eran expresadas cuando la sibila se encontraba en un estado de trance y siempre manifestadas bajo la forma de hexámetros griegos, por lo que eran transmitidas por escrito.
No obstante, los escritores griegos tan sólo nos han dejado constancia de una sibila; todo apunta a que sea Herófila, por ser esta quien anunció la Guerra de Troya. Sin embargo, con los años fueron apareciendo otras y la lista que tenemos en estos momentos está conformada por diez:
Sibila de Samos
Sibila Herófila de Troya
Sibila del Helesponto
Sibila frigia
Sibila cimeria
Sibila délfica
Sibila de Cumas, la más importante en la mitología romana.
Sibila libia
Sibila tiburtina
Sibila babilónica o pérsica



Clío, musa de la Historia

Dentro de los personajes que jalonan la mitología griega, una de las nueve musas (hijas, según la tradición más aceptada, de Zeus, rey de los Olímpicos y Mnemósine, diosa vinculada a la memoria) recibe el nombre de Clío y a ella les son atribuidas las artes de la Historia y de la poesía heroica. Aunque ninguna de ellas, ni siquiera en conjunto, tiene un ciclo legendario propio, sí que sabemos algunas cosas de ellas.
Por ejemplo, se sabe que Clío fue madre de Jacinto gracias a una relación que esta mantuvo con el rey de Macedonia, Piero. Algunas fuentes indican, asimismo, que fue ella la progenitora de Himeneo.
Suele ser representada como una muchacha joven que está coronada con una diadema de laurales y, de mismo modo, portando una trompeta en su mano derecha mientras que en la izquierda sujeta un libro escrito por Tucídides (historiador y militar ateniense). A todo este atrezzo a menudo se le suele añadir un globo terráqueo sobre el que se sienta y el Tiempo suele aparecer junto a ella.
Todo esto parece indicar un mensaje claro: que la Historia compete a todas las épocas y a todos los lugares del mundo. Asimismo, algunas de sus representaciones en forma de estatuas portan una guitarra en una de sus manos y un plectro en la otra: esto es debido a que también se le atribuye a esta musa la invención de estos instrumentos musicales (a este respecto no podemos tampoco olvidar que las musas eran las diosas inspiradoras de la música, la poesía, las artes y las ciencias).
En imágenes mucho más antiguas que tenemos de ella la hacían llevar un rollo de papiro y, a sus pies, situaban la correspondiente capsa (nombre que se le daba a la caja para guardar los mencionados rollos).







El mito de Electra

El mito de Electra cuenta la historia de la hija de Agamenón, rey de Micenas, y su esposa, la reina Clitemnestra, hermana de Helena de Troya. Agamenón y Clitemnestra tenían además otro hijo más joven, Orestes, y otra hija de nombre Ifigenia. Ifigenia, según cuenta Homero en la Iliada, fue sacrificada por su propio padre a cambio de protección en su camino hacia Troya.
Tras la huida de Helena con Paris, Agamenón se embarcó rumbo a Troya y allí permaneció asediando la ciudad hasta que finalmente se pudo hacer con ella tras colar dentro el famoso Caballo de Troya. Diez años duró el asedio. Mientras la reina Clitemnestra fue seducida por el ambicioso Egisto y se convirtieron en amantes.
Pero el rey volvió y tomó posesión de su casa y de su reino. En cuanto tuvieron ocasión, Egisto asesinó a sangre fría a Agamenón para eliminarlo como obstáculo en su camino hacia el poder. Clitemnestra fue su cómplice. Electra fue testigo y en su interior comenzó a crecer el odio hacia Egisto, pero sobre todo hacia su propia madre por haberle arrebatado a su padre.
Desde ese momento Electra no vivió sino esperando el momento en que pudiera vengar la muerte de Agamenón. Protegió a su hermano pequeño enviándolo lejos, al monte Parnaso, bajo la protección del rey Estrofio, hasta que tuviera edad suficiente como para reclamar el trono y ejecutar su venganza.
El día llegó, unos años después, cuando Orestes volvió ya convertido en adulto y consiguió colarse en el palacio real tras haber hecho creer a todos que había muerto. Su objetivo era acabar con Egisto y  Clitemnestra y reclamar su lugar como sucesor legítimo de su padre. Así lo hizo, pero la visión de su madre muerta con su puñal en el pecho lo empujó hacia un estado de locura que lo hizo huir y, según cuentan algunos autores clásicos, refugiarse en el templo del Oráculo de Delfos atormentado por las Furias.
Cuentan las distintas versiones de este mito que Orestes fue perdonado por los propios dioses ya que su venganza fue el punto final de la injusticia cometida contra los hermanos.

Un tiempo después Electra contrajo matrimonio con Pílades, hijo del rey Estrofio y amigo de confianza de Orestes durante su niñez en el exilio. 



Fuentes literarias

Los relatos míticos juegan un papel importante en casi todos los géneros de la literatura griega. A pesar de ello, el único manual general mitográfico conservado de la antigüedad griega fue la Biblioteca mitológica de Pseudo-Apolodoro, que intenta reconciliar las historias contradictorias de los poetas y proporciona un gran resumen de la mitología tradicional griega y las leyendas heroicas. Apolodoro vivió entre c. 180–120 a. C. y escribió sobre muchos de estos temas, pero sin embargo la Biblioteca discute sucesos que tuvieron lugar mucho después de su muerte, y de ahí el nombre Pseudo-Apolodoro. Quizá sus escritos sirvieran como base de la colección.
Entre las fuentes literarias más antiguas están los dos poemas épicos de Homero, la Ilíada y la Odisea. Otros poetas completaron el «ciclo épico», pero estos poemas menores posteriores se han perdido casi en su totalidad. Aparte de su nombre tradicional, los himnos homéricos no tienen relación con Homero. Son himnos corales de la parte más antigua de la llamada época lírica. Hesíodo, un posible contemporáneo de Homero, ofrece en su Teogonía (‘Origen de los dioses’) el relato más completo de los primeros mitos griegos, tratando de la creación del mundo, el origen de los dioses, los Titanes y los Gigantes, incluyendo elaboradas genealogías, relatos populares y mitos etiológicos. Los Trabajos y días de Hesíodo, un poema didáctico sobre la vida agrícola, incluye también los mitos de Prometeo, Pandora y las cuatro edades. El poeta da consejo sobre la mejor forma de triunfar en un mundo peligroso, vuelto aún más peligroso por sus dioses.
Los poetas líricos tomaron a veces sus temas de los mitos, pero el tratamiento se fue haciendo cada vez menos narrativo y más alusivo. Los poetas líricos griegos, incluidos Píndaro, Baquílides y Simónides, y los bucólicos, como Teócrito y Bión, cuentan sucesos mitológicos individuales. Adicionalmente, los mitos fueron cruciales para el drama ateniense clásico. Los dramaturgos trágicos Esquilo, Sófocles y Eurípides tomaron la mayoría de sus tramas de la edad de los héroes y la Guerra de Troya. Muchas de las grandes historias trágicas (como Agamenón y sus hijos, Edipo, Jasón, Medea, etcétera) tomaron su forma clásica en estas obras trágicas. El dramaturgo cómico Aristófanes también usó mitos, en “Las aves” y “Las ranas”.
Los historiadores Heródoto y Diodoro Sículo y los geógrafos Pausanias y Estrabón, que viajaron por todo el mundo griego y recogieron las historias que oían, proporcionan numerosos mitos y leyendas locales, dando a menudo versiones alternativas poco conocidas. En particular Heródoto buscó las diversas tradiciones que se le presentaban y halló las raíces históricas o mitológicas en la confrontación entre Grecia y el Este, intentando reconciliar los orígenes y mezclas de distintos conceptos culturales. La poesía de las épocas helenística y romana, aunque compuestas como ejercicios literarios más que culturales, contienen sin embargo muchos detalles importantes que de otra forma se habrían perdido. Esta categoría incluye las obras de:

Poetas Romanos
Ovidio, Estacio, Valerio Flaco, Séneca y Virgilio, con el comentario de Servio.
Los poetas griegos de la antigüedad tardía
Nono, Antonino Liberal y Quinto de Esmirna
Los poetas griegos del periodo helenístico
Apolonio de Rodas, Calímaco, Pseudo-Eratóstenes y Partenio.
Las novelas antiguas de autores griegos y romanos
Apuleyo, Petronio, Loliano y Heliodoro.

Las Fabulae y De astronomica del escritor romano conocido como Pseudo-Higino son dos importantes compendios no poéticos de mitos. Otras dos fuentes útiles son las Imágenes de Filóstrato y las Descripciones de Calístrato.
Finalmente, Arnobio y varios escritores bizantinos proporcionan detalles importantes de mitos, algunos de ellos procedentes de obras griegas perdidas. Entre estos se incluyen un léxico de Hesiquio, la Suda y los tratados de Juan Tzetzes y Eustacio. El punto de vista moralizador cristiano sobre los mitos griegos se resume en el dicho ν παντ μύθ κα τ Δαιδάλου μύσος en panti muthōi kai to Daidalou musos (‘en todo mito está la profanación de Dédalo’), sobre el que dice la Suda que alude al papel de Dédalo al satisfacer la «lujuria antinatural» de Pasífae por el toro de Poseidón: «Dado que el origen y culpa de estos males se atribuyeron a Dédalo y fue odiado por ellos, se convirtió en el objeto del proverbio.»

Criaturas mitológicas



Los monstruos representan el espanto por lo desconocido y abundan en la mitología griega. Se pueden dividir en varios tipos: los híbridos, que se componen de partes de otros animales o seres humanos; aquellos que tienen su origen en metamorfosis, casi siempre provocadas por un castigo divino; y los que simplemente tienen cualidades corporales fuera de lo normal.



Los dioses del olimpo

“Los griegos fueron de origen campesino y su religión conservó siempre el carácter que le dieron en un principio aquellos hombres apegados a la tierra. El campesino, apenas levantado, se asoma a la puerta de su casa y en la madrugada de la mañana, con temor y respeto, eleva su mirada hacia la colina cercana. Allí, en la altura, reside un dios todopoderoso, Zeus, que puede convocar todas las nubes y distribuir las lluvias”. (Abramovicz, 2005).
Al pasar cerca de un montón de piedras (un herma), parecido a todos los que a través de los campos jalonan su camino, se inclina, recoge una piedra y piadosamente la coloca sobre las otras; este montículo es sagrado: Hermes, el dios de los viajeros, lo habita.
“Era el mensajero de los dioses. Tenía un sombrero y sandalias aladas y llevaba una varita mágica, con serpientes enrolladas y alas en la parte superior. Es Mercurio para los romanos. Guiaba a las almas de los muertos hacia el submundo y poseía poderes mágicos sobre el sueño. Era también el dios del comercio, protector de comerciantes y pastores”. (Martínez, 2007).
Un gesto suyo, torpe o descuidado, en el mundo viviente y sensible que lo rodea, puede ofender a un dios, herirlo y desatar su cólera. Si sube a la montaña penetra en el ámbito menos familiar de los dioses que allí viven. Las divinidades de la naturaleza se agitan constantemente a su alrededor. Las ninfas de las aguas y de los bosques pasan escoltadas por la “dama de los lugares salvajes”. Artemisa, y el marino que osa aventurarse en el mar se somete a los caprichos de un dios irritable y celoso: Poseidón. Las olas del mar están pobladas de nereidas y sirenas que poseen la seducción mortal de los mundos desconocidos. Ante esta naturaleza extraña, a menudo hostil, el griego se siente seguro en su casa, protegido por Zeus, y cerca de sus genios domésticos.
Los griegos viven entre los innumerables dioses que ellos mismos han esparcido por el mundo. Unos son humildes divinidades de la caza y de los campos, asociadas a la existencia cotidiana; otros, grandes dioses más lejanos, que suelen manifestarse por ciertos signos: truenos, relámpagos o sueños y hasta se mezclan con los hombres, ¿Este extranjero, este mendigo —se suelen preguntar— no será un dios disfrazado?
Los griegos le atribuyen a la mayoría de los dioses, apariencia y sentimientos humanos. En los tiempos primitivos de su civilización, el griego había sentido la debilidad del hombre frente a las fuerzas desconocidas que lo asedian y amenazan. Incapaz de explicarlas, las atribuye a voluntades superiores a la suya, es decir, a voluntades divinas. Las venera bajo todas las formas en que se manifiestan: en la piedra, en el animal, en el viento, en el rayo. Después las va modelando a su imagen; un dios que tiene forma de hombre puede inspirar temor y respeto, pero no el horror a lo desconocido.
La Mitología griega son creencias y observancias rituales de los antiguos griegos, cuya civilización se fue configurando hacia el año 2000 a.C. Consiste principalmente en un cuerpo de diversas historias y leyendas sobre una gran variedad de dioses. La mitología griega se desarrolló plenamente alrededor del año 700 a.C. Por esa fecha aparecieron tres colecciones clásicas de mitos: la Teogonía del poeta Hesíodo y la Iliaday la Odisea del poeta Homero.
La mitología griega tiene varios rasgos distintivos. Los dioses griegos se parecen exteriormente a los seres humanos y revelan también sentimientos humanos. A diferencia de otras religiones antiguas como el hinduismo o el judaísmo, la mitología griega no incluye revelaciones especiales o enseñanzas espirituales. Prácticas y creencias también varían ampliamente, sin una estructura formal — como una institución religiosa de gobierno — ni un código escrito, como un libro sagrado.

Dioses griegos

Los dioses del panteón griego adoptaban figuras humanas y personificaban las fuerzas del Universo; al igual que los hombres, los dioses helenos eran impredecibles, por eso unas veces tenían un estricto sentido de la justicia y otras eran crueles y vengativos; su favor se alcanzaba por medio de los sacrificios y de piedad, pero estos procedimientos no eran siempre efectivos puesto que los dioses era
n muy volubles.
“Los griegos, al crear sus dioses, lo hicieron a su imagen y semejanza, pero no sólo físicamente, sino que les atribuyeron también sus propios hábitos, sentimientos, virtudes y defectos. Jenófanes, poeta y filósofo griego del s. VI a.C., criticó esta costumbre, la cual, por otra parte, reconocía como de lo más natural, pues si los caballos o bueyes tuvieran la capacidad de creer en dioses y modelarlos, los harían con forma de caballo o buey; llegó a concebir la idea de un dios supremo que ni en cuerpo ni en mente se parecía a los mortales, adelantando acaso la idea de monoteísmo, pero fue un concepto que no cuajó entre sus contemporáneos”. (Bérchez, 2012).


Los citados autores describieron a los dioses como arquetipos de la Humanidad; la escultura griega y, en general, su arte, se encargarían de retratar a los dioses olímpicos con una perfección y belleza que ha llegado a nuestros días como modelos artísticos; ahora bien, aquellos dioses también eran arquetipos de la realidad humana en todas sus acepciones y, por tanto, también la realidad religiosa del pueblo.

La leyenda de Sémele y Zeus


Dentro de la tradición tebana, Sémele era hija de Cadmo, rey de Tebas, y Harmonía. Elegida por Zeus como amante, de este engendró a Dionisos en uno de sus encuentros furtivos. La esposa del dios, Hera, celosa por los encuentros de su esposo con Sémele, le sugirió a esta bajo la forma de la vieja Béroe (quien fuera la nodriza de la muchacha) que dejara su relación con Zeus pero, al no lograr su propósito, decidió que lo mejor sería castigar a la joven amante.
A este respecto Hera le dijo que, en verdad, estaba siendo engañada pues su verdadero amante no era Zeus, sino un hombre normal y corriente que se hacía pasar por la divinidad aprovechándose para ello de su ingenuidad. Ante esto, y si quería estar segura, debería de pedirle que este le diera alguna prueba de su poder e inmortalidad.
Dicho esto, Sémele no dudó en ir a pedirle a Zeus que le demostrara todo su poder y, este, feliz porque a esas alturas ella ya estaba embarazada, le prometió que le daría todo cuanto ella deseara. Ella, perseguida por las palabras de Hera, le imploró que se le apareciera en todo su esplendor y, aunque el dios trató de persuadirla para que pidiera otra cosa, no encontró el modo de convencerla.
Siendo esto imposible, y al parecer como ella le pedía Zeus en toda su magnificencia, los rayos que este desprendía acabaron por abrasar a Sémele. El niño que esta estaba gestando fue arrancado de su vientre por Hermes, cosiéndolo al muslo de Zeus y es por ello por lo que, cuando el bebé nació, se le bautizó como Dioniso (“el dos veces nacido”).
Cuenta la leyenda que, posteriormente, fue precisamente Dioniso quien la rescató del Hades, siendo a partir de entonces adorada como Tione (“la ardiente), diosa del matrimonio.







El mito de la Titanomaquia

Dentro de la mitología griega, se conoce como “Titanomaquia” (también llamada “Guerra de los Titanes”) a la serie de batallas que se libraron a lo largo de diez largos años entre las dos razas de dioses que existían con anterioridad a la aparición de la raza humana. En este sentido se enfrentaron, por un lado, los titanes cuya base se encontraba en el monte Otris y, por el otro, los dioses Olímpicos, que serían los que posteriormente llegarían a reinar desde su morada: el monte Olimpo.
De todos los poemas que circulaban en la antigua Grecia sobre este mítico episodio, tan sólo ha llegado hasta nosotros el que aparece en la “Teogonía” de Hesíodo. También tenemos constancia de que un poema épico (hoy en día desaparecido) atribuido a un personaje también de carácter legendario y que llevaba por título “Titanomaquia” relataba las aventuras que se sucedieron a lo largo del conflicto.
Se dice que la guerra comenzó cuando el titán de más corta edad, Cronos, derrocó a su propio padre Urano (el máximo gobernante del Universo) con la ayuda inestimable de su madre Gea. Crono castraría a su padre, se apoderaría de su trono y liberaría a sus hermanos, los Titanes, que habían sido encerrados por su progenitor en el Tártaro.
A este respecto, es importante resaltar cómo esta tradición de mitos en los que una raza de dioses se enfrenta a otra dominante es bastante común en la historia mitológica que existe tanto en Europa como en los países del Próximo Oriente. El resultado de dichas guerras a veces difiere: unas veces los rebeldes pierden y son condenados y, en otras ocasiones, son estos los que consiguen hacerse con el poder o ser añadidos al panteón existente.
Algunos ejemplos de ello podemos encontrarlos en la mitología escandinava, von las guerras entre los Vanir y los Aesir, o también en el poema épico babilonio Enuma Elish o incluso la mitología hitita con los fragmentos ugaritas que nos relatan un cruento conflicto generacional en la narración el “Reino del Cielo”.

Helios, el dios Sol

Dentro de la mitología griega, Helios era la divinidad asociada con el Sol. Algunos de los eruditos de la época, como Hesíodo, decían de él que era hijo de Hiperión y Tea, ambos titanes, y hermano de la diosa Selene, la personificación de la luna, y de Eos, la aurora. No obstante, otros como el poeta Homero alude a él de modo frecuente aludiendo a él como Hiperión o, simplemente, como Titán.
Por lo general, es representado como una divinidad de gran belleza coronado con una brillante aureola del sol; Asimismo, guiaba todos los días por el cielo un carro hasta llegar al Océano que rodeaba la tierra, que recorría por la noche para volver a aparecer por éste al día siguiente.
En lo que respecta al carro, cabe decir que fue precisamente Homero quien primero dijo que era tirado por “toros solares”, para posteriormente ser Píndaro quien escribiera que, en realidad, eran caballos que expulsaban fuego por sus bocas. Estos corceles recibieron, en consecuencia, los nombres de “Flegonte” (Ardiente), Aetón (Resplandeciente), Pirois (Ígneo) y Éoo (Amanecer).
A este respecto, la leyenda más conocida sobre Helios es la que narra la historia de Faetón, su hijo, que intentó llevar el carro de su padre por todo el cielo hasta que acabó perdiendo el control de la conducción y terminó por incendiar la Tierra.
Otra de las historias más conocidas que le tienen como protagonista es la que lo asocia con el epíteto de Panoptes, “el que todo lo ve”, aludiendo al episodio que tuvo lugar entre Afrodita y Ares, quienes se acostaban a escondidas del marido de la primera, Hefesto.

Helios, como dios que todo lo puede ver, los descubrió y no tardó en contárselo a este quien castigó a los amantes inmovilizándolos en unas redes tan finas que eran del todo imperceptibles.

Los Psicopompos, guías hacia el más allá

A pesar de que la mayoría de los mitos y tradiciones no recogen este nombre para estos personajes, lo cierto es que la similitud de diversos seres en ellas es asombrosa. En ocasiones, estarán representados por imágenes angelicales y en muchas otras por seres bastante tétricos. De esta forma, en la mitología nórdica nos encontraríamos con las Valkirias; los celtas tendrían a Anku y posteriormente a Morrigan; por todos es sabido que los egipcios adoraban a Horus; asimismo los griegos contarían con la figura de Caronte.
Estos son sólo unos pocos ejemplos de la gran cantidad de figuras mitológicas y religiosas que estarían cerca de la definición de Psicopompos.
La forma de estos Psicopompos variará dependiendo de la cultura. Es posible por tanto encontrarse con animales, espíritus, ángeles, demonios e incluso dioses que se encargarán de este viaje final. Esta figura ha sido también llevada en ocasiones a la literatura y el cine. En este punto podríamos hacer referencia al mítico El cuervo de Edgar Allan Poe.
En muchas culturas primitivas, esta función es tomada por el chamán. Durante esta misión, además de conducir su alma a través de la muerte, también será el encargado de introducirla nuevamente en un alma recién nacida.

Dicho chaman entra en una especie de trance. En ese momento ayudará al alma del difunto a salir del cuerpo para conducirla a un lugar seguro. Y en su trabajo estará acompañado por una serie de ayudantes de otra realidad, normalmente animales como perros, chacales, leones, ciervos, cuervos o delfines, entre muchos otros.


¿Quién fué Aracne, la bordadora de Hipepa?

Aracne, hija de Idmón de Colofón, se había labrado una reputación como hábil bordadora y tejedora en su ciudad, Hipepa. Además, su padre también era conocido por su habilidad para teñir de púrpura las lanas procedentes de Tiro. Pero quiso la desgracia que Aracne, al ser a menudo colmada de alabanzas y cumplidos, llegase a presumir de poseer una habilidad mayor que la de la propia Minerva, que además de ser la diosa de la sabiduría y la guerra, también lo era de la artesanía.
Pese a que Minerva se sintió profundamente ofendida, ofreció a Aracne una posibilidad para arrepentirse de sus palabras. Habiendo tomado la forma de una anciana, Minerva advirtió a la joven y presuntuosa bordadora que no era bueno ofender a los dioses, y mucho menos menospreciar su poder. Lejos de amilanarse, Aracne se rió de la anciana y le dijo que podría vencer a los dioses en una competición de bordado, a lo que Minerva aceptó con gusto tras quitarse su falsa apariencia.
Mientras la diosa Minerva había tejido un hermoso tapiz en el que representaba su victoria sobre Poseidón, Aracne realizó una magnífica obra de arte en el que contaba historias sobre los dioses. Pero no cualquier historia, sino que mostraba en 22 partes todas las infidelidades cometidas por los dioses, y en las cuales habían utilizado las formas de animales para engañar a los mortales. Minerva se vio obligada a admitir que era una obra de arte impresionante, realmente a su altura, pero se sintió ofendida por el tema elegido para el tapiz, así que destruyó la obra y golpeó a Aracne por su osadía.
Y he aquí que el mito tiene dos finales diferentes, según la fuente de la que se extraiga. Por una parte, tenemos la huida y posterior suicidio de la joven bordadora, que no fue capaz de superar la humillación y el castigo de Minerva. Por otra, en la versión de Ovidio se nos muestra a minerva transformando el telar de Aracne en una gran tela de araña, y a la muchacha convertida en una araña como castigo por su insolencia.

La leyenda de Aracne bien podría ser una analogía sobre el descubrimiento del arte de tejer, posiblemente inspirado en las arañas y sus magníficas telas, además de ofrecernos otra versión de la historia del maestro que es superado por el alumno, cosa que parece no gustar a ningún maestro.


Urania, la Musa griega de la Astronomía

En tiempos de la Antigua Grecia todas las inquietudes y aspectos de la vida intelectual de sus ciudadanos se consideraban apadrinadas por unas divinidades conocidas como Musas, las cuales formaban un singular coro en el Monte Parnaso bajo la dirección de Apolo, dios de la música entre otras cosas y al que se suele representar con una lira en sus manos. Poesía, danza, comedia o mímica tenían su propia Musa, así como Urania fue la designada para ser la inspiradora y protectora de la Poesía Astronómica, para convertirse con el tiempo en la Musa de la Astronomía.
En aquellos tiempos la Astronomía y la Astrología eran una misma disciplina, y quizá una prueba de su importancia en la Antigua Grecia sea el hecho de que tengan su propia divinidad. A Urania se le atribuye el haber inspirado en los hombres la curiosidad por las estrellas, el ansia de preguntarse el por qué de las cosas y también posee la habilidad de leer el futuro en los astros, la cual derivaría en las previsiones astrológicas tan comunes hoy en día.
Algunos la consideran como la hija de Urano, surgida de su padre sin necesidad de una figura materna, y otros sostienen que es hija de Mnemósine y el todopoderoso Zeus. Urania es la más joven de todas las musas y se le atribuye un hijo, llamado Lino, nacido de su relación con Apolo.

En la mayor parte de sus representaciones aparece sosteniendo un compás en una de sus manos con el que mide un globo terrestre, portando en su cabeza una diadema coronada de estrellas, estrellas que también adornan su manto. También se suelen encontrar a sus pies una serie de instrumentos de medida, representando la importancia de las matemáticas en la ciencia.



Aspidochelone, el mito de la isla viviente

La Aspidochelone, también conocida como la Tortuga Escudo, es un animal legendario procedente de la mitología griega y predecesora de otros muchos mitos de gigantescas bestias marinas, dando lugar también a numerosas leyendas de islas que aparecen y desparecen a voluntad.
A la Aspidochelone se le describe como una gigantesca tortuga marina, de un tamaño tan colosal que su caparazón puede ser confundido con una isla cuando se encuentra durmiendo y permanece completamente quieta. Algunos relatos van más allá y se cuenta que su caparazón está recubierto de especies vegetales, pudiendo ser confundida fácilmente con una isla exótica, aunque otras versiones la describen como un gigantesco pez al que llaman Fastitocalon.
Pese a que no se trata de una criatura agresiva la mitología la presenta como peligrosa, pero simplemente debido a su colosal envergadura y su apariencia de "tierra firme", hablándose en numerosas leyendas de incautos marineros que tras desembarcar sobre su lomo creen hallarse en alguna isla desierta. La tragedia llega cuando la Aspidochelone se sumerge bajo las aguas, llevando a sus inquilinos a una muerte segura en las profundidades.

En la mítica narración de Simbad el Marinero,  perteneciente a "Las mil y una noches", se nos cuenta como Simbad y sus marineros decidieron desembarcar y acampar en una pequeña isla que no constaba en los mapas, fueron despertados en mitad de la noche por un violeto terremoto. Con horror el intrépido marinero contempló como la isla se revelaba como una gran bestia marina, que se hundía bajo sus pies llevándose a mucho de sus marineros al abismo y logrando sobrevivir por muy poco.


Portada



LA MITOLOGÍA GRIEGA

La mitología griega está formada por un conjunto de relatos cuyo origen se remonta a una etapa anterior a la ocupación de la península griega, lo que se demuestra por el paralelismo con otras mitologías de origen indoeuropeo. Este conjunto de relatos no constituyen una religión en sí misma, pero sí constituyen un reflejo de ciertas creencias de los antiguos griegos respecto al universo y el hombre. Estos relatos de transmisión oral fueron de alguna manera "fijados" por escrito por poetas, dando lugar a veces a las distintas versiones que conservamos de ellos.
“La mitología griega está formada por un conjunto de leyendas que provienen de la religión de esta antigua civilización del Mediterráneo oriental. Los griegos, aunque no practicasen la religión, conocían estas historias, las cuales formaban parte de su acervo cultural”. (Horse, 2016).
Las fuentes literarias más antiguas conocidas, los poemas épicos la Ilíada y la Odisea, se centran en los sucesos en torno a la Guerra de Troya. Dos poemas del casi contemporáneo de Homero, Hesíodo, la Teogonía y los Trabajos y días, contienen relatos sobre la génesis del mundo, la sucesión de gobernantes divinos y épocas humanas, y el origen de las tragedias humanas y las costumbres sacrificiales. También se conservaron mitos en los himnos homéricos, en fragmentos de poesía épica del ciclo troyano, en poemas líricos, en las obras de los dramaturgos del siglo V a. C., en escritos de los investigadores y poetas del Período helenístico y en textos de la época del Imperio romano de autores como Plutarco y Pausanias.
Los hallazgos arqueológicos son una importante fuente de detalles sobre la mitología griega, con dioses y héroes presentes prominentemente en la decoración de muchos objetos. Diseños geométricos sobre cerámica del siglo VIII a. C. representan escenas del ciclo troyano, así como aventuras de Heracles. En los subsiguientes periodos arcaico, clásico y helenístico aparecen escenas mitológicas homéricas y de otras varias fuentes para complementar la evidencia literaria existente.